La historia de Moisés

La historia de Moisés es una de las más importantes y emblemáticas de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento. Se encuentra principalmente en los libros del Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Nacimiento y primeros años

Moisés nació en Egipto, en una época en la que el faraón había ordenado matar a todos los varones hebreos recién nacidos, por temor al crecimiento del pueblo israelita.

Su madre, para salvarlo, lo colocó en una canasta que dejó flotando en el Nilo. La hija del faraón lo encontró, lo adoptó y lo crió como su hijo, aunque Moisés fue amamantado por su verdadera madre.

Huida a Madián

Ya adulto, Moisés vio cómo un egipcio maltrataba a un hebreo y lo mató. Al enterarse de que su acción se había hecho pública, huyó al desierto de Madián.

Allí se casó con Séfora, hija de Jetró, sacerdote de Madián, y se convirtió en pastor.

La zarza ardiente

Un día, mientras pastoreaba, Moisés vio una zarza que ardía sin consumirse. Dios le habló desde la zarza y lo llamó para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto.

Aunque Moisés se mostró inseguro, Dios le prometió ayuda y le dio poderes (como convertir su bastón en serpiente y hacer caer plagas sobre Egipto).

Liberación del pueblo de Israel

Moisés regresó a Egipto junto con su hermano Aarón y exigió al faraón que dejara ir a los israelitas. El faraón se negó.

Dios envió diez plagas sobre Egipto. Tras la décima (la muerte de los primogénitos), el faraón permitió que los hebreos se marcharan.

Moisés guio al pueblo hacia el desierto, y cuando el faraón los persiguió, Dios dividió el Mar Rojo para que cruzaran. El mar se cerró sobre los egipcios cuando intentaron seguirlos.

El Sinaí y los Diez Mandamientos

En el monte Sinaí, Dios dio a Moisés las tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.

Durante su ausencia, el pueblo creó un becerro de oro para adorarlo, lo que enfureció a Moisés. Rompió las tablas y luego recibió unas nuevas.

El largo camino por el desierto

Debido a su desobediencia y falta de fe, el pueblo de Israel vagó por el desierto durante 40 años antes de llegar a la Tierra Prometida.

Moisés guió al pueblo, resolvió disputas, recibió instrucciones de Dios y estableció leyes y normas para la vida en comunidad.

Muerte de Moisés

Dios le mostró la Tierra Prometida desde lo alto del monte Nebo, pero no le permitió entrar.

Moisés murió a los 120 años. Su sucesor fue Josué, quien llevó al pueblo a Canaán.

Importancia de Moisés

Es un personaje central también para el cristianismo y el islam.

Es considerado el gran legislador y profeta del judaísmo.

Moisés representa la fe, la obediencia, el liderazgo y la relación directa entre Dios y su pueblo.

La Leyenda de Moisés, el Libertador del Desierto

Hace mucho, mucho tiempo, cuando los dioses parecían hablar con los hombres y los sueños eran señales del cielo, un niño nació bajo la sombra de un imperio. Era el tiempo en que los hebreos eran esclavos de los poderosos faraones de Egipto, y sus lamentos subían al cielo como humo de incienso. El rey, temeroso de una profecía, ordenó que todos los varones hebreos recién nacidos fueran arrojados al río.

Pero una madre valiente tejió una canasta, selló sus bordes con brea, y confió el destino de su hijo al gran Nilo. El río lo llevó suave entre juncos, hasta que la hija del faraón lo encontró. Lo llamó Moisés, que significa “salvado de las aguas”. Así, el niño esclavo creció en los pasillos de oro del palacio.

Pasaron los años, y el joven Moisés, al descubrir su verdadero origen, sintió hervir su sangre al ver a su pueblo encadenado. Un día, defendiendo a un hebreo, mató a un egipcio. Y así, el príncipe se convirtió en fugitivo. Huyó al desierto, cruzando tierras áridas y solitarias, hasta llegar a Madián, donde vivió como pastor y se casó con una mujer llamada Séfora.

Una tarde, mientras guiaba el rebaño, vio una zarza ardiente que no se consumía. De entre las llamas, una Voz habló:

“Moisés, quítate las sandalias. Estás en tierra sagrada. Yo soy el Dios de tus antepasados. He oído el clamor de mi pueblo. Ve, y libéralos.”

Moisés tembló, dudó, resistió. Pero la Voz le dio poder, y a su lado iría su hermano Aarón.

Regresó a Egipto como un profeta con fuego en la mirada. Ante el faraón habló, pero el rey se burló. Entonces vinieron las plagas: ríos convertidos en sangre, langostas, tinieblas, y finalmente la noche en que los primogénitos murieron. Solo las casas marcadas con sangre de cordero fueron salvadas. El faraón, derrotado por lo invisible, dejó partir a los hebreos.

El pueblo marchó hacia el desierto. Pero el faraón cambió de parecer y los persiguió. Entonces, en el borde del Mar Rojo, Moisés alzó su bastón. El viento rugió, y las aguas se abrieron como puertas. Los hebreos cruzaron por el fondo seco, y cuando los egipcios entraron, el mar cayó sobre ellos como un rugido de justicia.

Libre pero errante, el pueblo vagó por el desierto. En el monte Sinaí, envuelto en nubes y truenos, Moisés recibió de Dios las tablas de la Ley, escritas con fuego. Pero el pueblo, impaciente, cayó en la idolatría. Moisés, al ver el becerro de oro, rompió las tablas y reprendió al pueblo con voz de trueno.

Cuarenta años pasaron. Moisés guio, enseñó, oró, y vio morir a una generación entera. No entró en la Tierra Prometida, pero desde lo alto del monte Nebo, con los ojos bañados en luz, vio la tierra de Canaán extendiéndose como promesa.

Y allí, en silencio, el libertador del desierto murió, y nadie supo dónde fue enterrado. Pero su nombre quedó grabado en la memoria de los pueblos, como el del hombre que habló cara a cara con Dios, y condujo a los esclavos hacia la libertad.

Eventos importantes de la historia de Moisés

1. Nacimiento y rescate en el Nilo

Moisés nace en Egipto, en tiempos en que el faraón ordena matar a los varones hebreos.

Su madre lo coloca en una canasta en el río Nilo.

Es rescatado por la hija del faraón y criado como príncipe egipcio.

2. Huida a Madián

Al ver cómo un egipcio maltrata a un hebreo, Moisés lo mata.

Huyendo del castigo, escapa al desierto de Madián.

Se casa con Séfora, hija de Jetró, y se convierte en pastor.

3. La zarza ardiente

Dios se le aparece en una zarza que arde sin consumirse.

Le encomienda liberar al pueblo hebreo de la esclavitud.

Moisés duda, pero Dios le da señales y envía con él a Aarón.

4. Las diez plagas de Egipto

Moisés y Aarón desafían al faraón para liberar a los hebreos.

Dios envía diez plagas (río de sangre, ranas, langostas, etc.).

La última plaga, la muerte de los primogénitos, convence al faraón.

5. El cruce del Mar Rojo

El faraón cambia de opinión y persigue a los hebreos.

Moisés extiende su bastón, y el Mar Rojo se abre.

Los israelitas cruzan; el mar se cierra sobre el ejército egipcio.

6. El monte Sinaí y los Diez Mandamientos

En el desierto, Moisés sube al monte Sinaí.

Recibe las tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.

Al bajar, ve al pueblo adorando un becerro de oro y rompe las tablas.

Dios le entrega unas nuevas.

7. La travesía de 40 años por el desierto

El pueblo, rebelde e incrédulo, es condenado a vagar 40 años.

Moisés guía, enseña, intercede ante Dios y establece leyes.

Surgen conflictos, castigos divinos y milagros (maná, agua de la roca).

8. El monte Nebo y la muerte de Moisés

Dios le permite ver la Tierra Prometida desde lo alto del monte Nebo.

Moisés muere a los 120 años.

Su sucesor, Josué, guiará al pueblo a Canaán.

Su tumba nunca fue hallada.

El Asesinato y la Fuga a Madián

(Éxodo 2:11–25)

Crecido ya en edad y sabiduría, Moisés, aunque vestido como príncipe egipcio, nunca olvidó la sangre que corría por sus venas. Sabía que no era hijo del faraón ni de palacio, sino hijo de esclavos hebreos. Su corazón ardía cada vez que veía a su pueblo encadenado, soportando látigos, construyendo ciudades para un imperio que no los amaba.

Un día, al caminar entre los campos de labor, Moisés vio con sus propios ojos cómo un capataz egipcio golpeaba sin piedad a un hebreo. La ira le hirvió como fuego en el pecho. Miró a un lado, miró al otro, y al ver que no había testigos, se abalanzó sobre el egipcio… y lo mató.

Con manos temblorosas, escondió el cuerpo en la arena.

Pensó que su acto quedaría en secreto. Pero al día siguiente, al intentar detener una pelea entre dos hebreos, uno de ellos le gritó:

“¿Quién te puso por juez sobre nosotros? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?”

El corazón de Moisés se heló. La noticia se había difundido. Y lo peor: el faraón también lo supo… y mandó matarlo.

Moisés no esperó a que los soldados lo alcanzaran. Huyó, solo y sin provisiones, cruzando dunas ardientes y tierras desconocidas, hacia el este, hacia el desierto.

Después de días bajo el sol inclemente, llegó a una tierra llamada Madián. Allí, exhausto, se sentó junto a un pozo. Como en las historias antiguas, fue en ese lugar donde su destino volvió a cambiar.

Vio llegar a unas pastoras —las hijas de un sacerdote llamado Jetró— acosadas por pastores rudos. Moisés, aún con alma de justiciero, se levantó en su defensa y las ayudó a dar de beber a su ganado.

Como recompensa, Jetró lo acogió en su casa. Con el tiempo, Moisés se casó con Séfora, una de las hijas del sacerdote, y comenzó una nueva vida como pastor de ovejas, lejos del poder y la violencia de Egipto.

Pero en el silencio del desierto, bajo cielos estrellados, el espíritu de Moisés aún ardía. Sabía que su historia no terminaría allí.

La Zarza Ardiente: El Llamado del Altísimo

(Éxodo 3:1–12)

Pasaron los años. Moisés, el que fue príncipe, ahora era un pastor de ovejas, caminando entre las montañas de Madián, lejos de Egipto, lejos de su pueblo… pero no lejos de su destino.

Una mañana, guiando el rebaño por las laderas del monte Horeb, vio algo que le hizo detenerse: una zarza, un simple arbusto, pero envuelto en llamas vivas. El fuego ardía, pero la planta no se consumía. Un fuego que no quemaba. Un fuego diferente a todo lo que un hombre pudiera conocer.

Intrigado, Moisés se acercó.

Entonces, una Voz surgió desde el corazón del fuego:

¡Moisés, Moisés!

El hombre tembló. “Aquí estoy”, respondió.

No te acerques más”, dijo la Voz.
Quítate las sandalias, porque el lugar donde estás es tierra sagrada.
Yo soy el Dios de tus antepasados: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.”

Moisés se cubrió el rostro. Sentía que sus huesos se deshacían ante aquella Presencia.

Y la Voz continuó:

“He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto.
He oído su clamor.
He descendido para librarlos de sus cadenas y llevarlos a una tierra buena y ancha, tierra que fluye leche y miel.
Y tú, Moisés, serás mi instrumento. Volverás a Egipto. Dirás al faraón: “Deja ir a mi pueblo”.

Moisés, asombrado y temeroso, respondió:

“¿Quién soy yo para hacer tal cosa? ¿Cómo me creerán?”

Y Dios le dijo:

Yo estaré contigo. Y como señal, cuando hayas sacado a mi pueblo de Egipto, vendrás a este mismo monte y me adorarás aquí.”

Aún lleno de dudas, Moisés preguntó:

“Y si me preguntan quién me envía, ¿qué debo decir?”

La Voz respondió con una fuerza que hizo temblar las piedras:

Yo soy el que soy. Diles que “Yo Soy” te ha enviado.

Ese día, entre llamas que no queman, el Dios eterno llamó a su profeta. El pastor del desierto, el fugitivo, el hombre sin ejército… fue elegido para desafiar al imperio más poderoso del mundo y liberar a una nación de esclavos.

Y así, comenzó la gran misión de Moisés, el Libertador.

Moisés Frente al Faraón: El Desafío por la Libertad

(Éxodo 5-12)

Con el corazón ardiente y la voz del Dios eterno en su alma, Moisés regresó a Egipto, acompañado de su hermano Aarón, elegido para ser su portavoz. Caminaban con paso firme por los pasillos dorados del palacio, pero también con la pesada carga de un pueblo esclavizado que esperaba la libertad.

Ante el faraón, el hombre poderoso que creía dueño de todo, Moisés pronunció la palabra que cambiaría la historia:

Deja ir a mi pueblo, para que me sirvan.

Pero el faraón, con mirada fría y voz de trueno, se negó.

“¿Quién es ese Jehová para que obedezca? No conozco a ese Dios, y no dejaré ir a los hebreos.”

Entonces comenzó la batalla no con espadas, sino con plagas que Dios desató sobre la tierra de Egipto. Cada plaga un golpe más fuerte:

  • Las aguas del Nilo se tornaron en sangre,
  • Ranas invadieron casas y templos,
  • Moscas y langostas devoraron las cosechas,
  • Tinieblas cubrieron el reino como un manto de muerte.

Pero el faraón seguía negándose, endureciendo su corazón.

Finalmente, la noche más oscura llegó: la décima plaga, la muerte de todos los primogénitos en Egipto. Solo las casas marcadas con la sangre de un cordero fueron salvadas.

El faraón, quebrantado por el dolor, alzó la voz y dijo:

“¡Váyanse! ¡Lleven a su pueblo! ¡No los detendré más!”

Y así, bajo el manto de la noche, los israelitas partieron, guiados por Moisés, hacia la libertad, mientras la sombra del faraón caía sobre la tierra.

El Cruce del Mar Rojo: La Liberación Milagrosa

(Éxodo 14)

El pueblo de Israel avanzaba, con el corazón lleno de esperanza, pero tras ellos resonaban los cascos y los gritos del ejército egipcio. El faraón, arrepentido y furioso, había lanzado sus carros y soldados para traer de vuelta a sus esclavos.

Ante el estrecho paso del Mar Rojo, el pueblo entró en pánico. “¿Por qué nos trajiste aquí para morir en el desierto?” clamaban.

Pero Moisés, con la voz firme y la fe inquebrantable, les dijo:

No tengan miedo. Manténganse firmes y verán la salvación que el Señor les dará hoy.
Porque los egipcios que ven hoy, jamás los volverán a ver.”

Entonces Moisés extendió su bastón sobre las aguas. Un viento poderoso comenzó a soplar, las aguas se apartaron y se abrieron dos muros gigantescos de agua a cada lado, dejando al descubierto un camino seco y firme.

Los israelitas cruzaron el fondo del mar en silencio reverente, con el miedo transformado en asombro.

Pero cuando el último paso se dio y el ejército egipcio entró tras ellos, las aguas se cerraron con fuerza, tragándose a los soldados y a los carros, para nunca más volver a amenazar al pueblo de Dios.

Esa noche, bajo cielos estrellados, el pueblo celebró la libertad ganada con valor y fe.

El Monte Sinaí: El Encuentro con lo Divino

(Éxodo 19-20)

Esta es la leyenda del momento más sagrado y trascendental: Moisés en el monte Sinaí recibiendo los Diez Mandamientos.

Después de la liberación y el milagroso paso por el Mar Rojo, el pueblo de Israel llegó al pie del majestuoso monte Sinaí, envuelto en nubes densas y el retumbar de truenos.

Moisés subió solo a la cima, donde el aire se volvió fuego y la tierra tembló ante la presencia de Dios.

Allí, en la soledad del monte, Dios escribió con su propia mano las Tablas de la Ley, grabando en piedra las reglas eternas que guiarían a su pueblo.

Los Diez Mandamientos, palabras sagradas que hablaban de amor, justicia y fe, fueron entregados para que los israelitas pudieran vivir en paz y armonía:

  1. No tendrás otros dioses fuera de mí.
  2. No te harás imagen ni semejanza para adorar.
  3. No tomarás el nombre de Dios en vano.
  4. Santificarás el día de reposo.
  5. Honrarás a tu padre y a tu madre.
  6. No matarás.
  7. No cometerás adulterio.
  8. No robarás.
  9. No darás falso testimonio.
  10. No codiciarás.

Pero mientras Moisés estaba en comunión con lo divino, el pueblo impaciente creó un becerro de oro para adorar, olvidando la libertad y las enseñanzas.

Al bajar y ver la idolatría, Moisés rompió las tablas con ira, pero luego volvió a subir para recibir unas nuevas, símbolo del perdón y la renovación.

Así, el pacto entre Dios y su pueblo quedó sellado para siempre, con leyes que guiarían generaciones.

La Travesía por el Desierto: Pruebas y Perseverancia

(Éxodo 16-17, Números, Deuteronomio)

Tras sellar el pacto en el monte Sinaí, el pueblo de Israel comenzó su largo camino hacia la Tierra Prometida, una tierra prometida por Dios que fluía leche y miel. Pero el desierto era vasto y cruel, y la travesía no sería fácil.

Durante cuarenta años, Moisés guió a su pueblo por tierras áridas y caminos inciertos. El sol abrasador, la sed y el hambre pusieron a prueba su fe. Pero Dios no abandonó a sus hijos:

  • El maná del cielo: cada mañana, una extraña lluvia de alimento caía sobre la arena, un pan dulce que sustentaba a todos.
  • El agua de la roca: cuando el pueblo clamaba por agua, Moisés golpeó una roca con su bastón, y brotó un manantial fresco y cristalino.
  • La nube y la columna de fuego: durante el día, una nube guiaba sus pasos; por la noche, una columna de fuego iluminaba el campamento, mostrando el camino.

Pero no solo fueron milagros. La travesía estuvo marcada por dudas, rebeliones y desafíos:

  • El pueblo se quejaba y deseaba volver a Egipto, olvidando la libertad.
  • Hubo momentos en que la desobediencia y la idolatría hicieron enfurecer a Dios, y Moisés intercedía una y otra vez para salvarlos.
  • Moisés estableció leyes y normas para que la comunidad viviera unida y justa, construyendo no solo un pueblo libre, sino también un pueblo santo.

Aunque Moisés deseaba entrar a la Tierra Prometida, su destino sería diferente. Dios le reveló que, debido a un acto de desobediencia, él solo la vería desde lejos, desde la cima del monte Nebo.

Allí, con el corazón lleno de amor y esperanza, Moisés contempló la tierra que su pueblo heredaría. Y luego, en silencio y misterio, murió.


Escrito por Admin, narrador de leyendas y explorador de historias antiguas. Con apoyo creativo de ChatGPT (OpenAI).

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